martes, 7 de agosto de 2012

1. Sor Juana: Tradición y originalidad en su poesía.

Sor Juana es una extraordinaria poetisa que nos lleva una y otra vez al problema de la tradición y la originalidad, pero, como Quevedo, sor Juana se mueve entre intuiciones e ideas claramente establecidas en su tiempo y en lo más hondo de su propio espíritu. Cuanto más extraordinarias, brillantes y originales sean sus palabras, mejor la entenderemos y más profundo sentido cobrará el concepto de la Realidad, característico de su siglo, de ahí que otro magnífico soneto, el que «contiene una fantasía de amor decente», nos sorprenda siempre, porque una extraña locura de amor se apodera de sor Juana cuando escribe:

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho
¿de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía?

La queja de los cuartetos es tradicional: la persona amada es siempre una presencia que incita, dando esperanzas y alegría; una ausencia (aun en la presencia) que provoca dolor. Tradicionalmente, amar es unas veces gozarse en estas contradicciones; otras como aquí en el caso de sor Juana, pedir fin al suplicio: Detente; «¿para qué me enamoras lisonjero, / si has de burlarme luego fugitivo?». La dulce enemiga o el dulce enemigo, que no atienden jamás a quien les adora, provocan así el peculiar dolor del corazón dividido que los provenzales conocían bien. Hasta el tiempo de sor Juana el concepto se había venido repitiendo sin mayores variantes: amar es siempre un morir gozoso («alegre muero»), un vivir doliente («penosa vivo»). Y todo «bien» que el amante (o la amante) imagina es siempre, necesariamente, «esquivo».

De esta idea o tema tradicional arranca sor Juana. Pero no vuelve a elaborar lo que poetas anteriores habían agotado: el tema, con todas sus ramificaciones, va implícito. Libre de tal necesidad, desde el principio del soneto de sor Juana el paso definitivo en que el concepto central de la poesía amorosa renacentista es llevado hasta sus consecuencias últimas: si el amor es, siempre, un bien esquivo, no es realidad tangible.

Debemos leer siempre un poema dentro de su tradición y por rápida que vaya la vista tras las palabras, de alguna manera, en brevísimos instantes en que parece que suspendemos la lectura, salimos del poema y volvemos a él con asociaciones extrañas, con recuerdos de otros poemas, con esperanzas de una costumbre.

2. Influencias en la naturaleza de su obra poética.

Sor Juana conoce bien las leyes que definen la Realidad. Y según su pensamiento lo divide todo en las consabidas parejas de contrarios, sabe a ciencia cierta de qué lado de la balanza se encuentra la verdad y la vida auténtica, la muerte y el engaño. No es de extrañar que, como tantos otros, al expresar su visión del mundo, su voz se limite muchas veces a repetir el lugar común, como hace por ejemplo en los siguientes versos:

Rosa divina que en gentil cultura

eres con tu fragante sutileza

magisterio purpúreo en la belleza,

enseñanza nevada a la hermosura...

¡Con que, con docta muerte y necia vida,

viviendo engañas y muriendo enseñas!

Estos versos, tomados del antiguo tópico, llegan entre ecos de Góngora y Calderón como arte que se dirige a desengañar a los que se aferran a lo pasajero. Aquí sor Juana dirige la poesía contra sí misma, en cuanto que todo es arte aunque ficción, artificio, pasajero entretenimiento que si algo vale, no lo vale en sí, sino porque es útil instrumento para declarar verdades anteriores e independientes a cualquier poema. En el mejor de los casos, cabía reconocer que la poesía es sólo reflejo de la inevitable y frívola tendencia al metro y a la rima que tienen algunos mortales, como bien declara la misma sor Juana en su carta a sor Filotea. Pero incluso cuando esta tendencia desemboca en el vicio mayor del siglo, en los juegos de palabras, éstos encontrarán su utilidad en servicio de la visión del mundo que revela lo vacío de toda ficción. Así, a la vez que sor Juana se defiende contra los que criticaban no sólo su afición a filosofar -porque no hay que olvidar que era gran pensadora- sino también su afecto a las palabras y al verso, demuestra cómo las palabras pueden ser instrumento para dejar la verdad realista de su siglo bien en claro:

En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento

y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas,

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi entendimiento

que no mi entendimiento en las riquezas.

Yo no estimo hermosura que vencida

es despojo civil de las edades

ni riqueza me agrada fementida;

teniendo por mejor en mis verdades

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.

En estos versos, así como en la carta a sor Filotea vemos cierto orgullo, una profunda ironía y alguna vez, cierto sarcasmo. Pero hay que destacar que en un siglo de poetas -el siglo de las Soledades- una excelente poetisa se ve obligada a escribir soneto tan mediocre para declarar públicamente que nada en su mundo interior difiere de un concepto de la Realidad firmemente establecido. Se la persigue por ser mujer y por ser monja, por eso no podemos temer que esta mujer del siglo XVII nos revele un mundo poético que difiera en lo sustancial del de los autores peninsulares que conoce muy bien. Notaremos constantemente en sus versos una gracia muy peculiar que la distingue, cierta sutil y profunda elegancia en la que adquieren nueva vida incluso algunos versos de Calderón, de Góngora o de Quevedo que de manera puramente circunstancial copia a glosa. De vez en cuando también encontramos algún poema en que la voz de sor Juana sin despegarse de la tradición, expresa intuiciones originales: había supuesto que la poesía y la belleza eran dotes naturales de la humanidad y consideraba su talento poético como un don divino, sin embargo, su poesía no es mística, sino muy realista. Su clara inteligencia la dota de gran precisión aún cuando describe sus propios sueños. Algunas veces dirige contra sí misma la acritud de su ingenio, como en estos famosos versos A su retrato:

Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido:
éste en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido:
es un vano artificio del cuidado;
es una flor al viento delicada;
es un resguardo inútil para el hado;
es una necia diligencia errada;
es un afán caduco, y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

Este viejo tema se resuelve en el último verso, tomado casi directamente de Góngora. No es ésta ocasión de intentar un análisis del soneto que quizá nos ayudaría a entender algo de su originalidad, ya que el origen emotivo del soneto radica en que sor Juana escribe, no en abstracto, sino a partir de un doloroso momento en que ha visto frente a sí a la sor Juana que ella no es, es decir, la idea del yo frente a la imagen. Esta idea tomada de la antigüedad de que lo pintado compite con lo vivo da a lo vivo una presencia indestructible. El soneto de sor Juana nos ofrece una angustiosa revelación personal de que aquello, lo pintado -¡cauteloso engaño del sentido!-, es, desde su concepción, lo muerto; color que quiere pasar por substancia. Esta intuición personal ilumina profundamente una idea tradicional del mundo que quizá teníamos olvidada de puro sabida: la nueva forma.

Algunos han tachado a sor Juana de poetisa gongorina. Es verdar que resulta difícil y abstracta en su Primero Sueño, y que emplea unas pocas metáforas intrincadas en sus canciones de amor mundano, que un crítico ha llamado “lo más delicado escrito por una mujer”. Concedido esto, su poesía lírica, en conjunto, es espontánea y sincera, llena de colorido y de luz. Aunque Menéndez y Pelayo no reconoció plenamente el genio de sor Juana, le hace justicia al escribir:

«Lo más bello de sus poesías espirituales se encuentra, a nuestro juicio, en las canciones que intercala en el auto de El divino Narciso, llenas de oportunas imitaciones de El Cantar de los Cantares y de otros lugares de la poesía bíblica.

Tan bellas son, y tan limpias, por lo general, de afectación y culteranismo, que mucho más parecen del siglo XVI que del XVII, y más de algún discípulo de San Juan de la Cruz y de Fray Luis de León que de una monja ultramarina cuyos versos se imprimían con el rótulo de Inundación Castálida.»

Sus romances son comparables a los mejores en lengua española y tienen a veces el giro ingenioso, realista, de los romances de Góngora. Sus poemas tristes, desilusionados y melancólicos son conmovedores, y sus estrofas satíricas suelen ser dignas de Quevedo.



El Romanticismo es un movimiento cultural y político originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo, dándole importancia al sentimiento. Su
característica fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso es que su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo es que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se desarrollan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.

Se desarrolló fundamentalmente en la primera mitad del siglo XIX,
extendiéndose desde Inglaterra a Alemania. Después a Francia,
Italia, Argentina, España, México, etc. Su vertiente literaria se fragmentaría posteriormente en diversas corrientes, como el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de Postromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispanoamericano. Tuvo fundamentales aportes en los campos de la literatura, el arte y la música. Posteriormente, una de las corrientes vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación del yo.

Características

El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional e hipercrítico de la Ilustración y el Clasicismo, y favorecía, ante todo:

* La conciencia del Yo como entidad autónoma y fantástica
* La primacía del Genio creador de un Universo propio.
* La supremacía del sentimiento frente a la razón neoclásica.
* La fuerte tendencia nacionalista.
* La del liberalismo frente al despotismo ilustrado.
* La de la originalidad frente a la tradición clasicista.
* La de la creatividad frente a la imitación neoclásica.
* La de la obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.

Es propio de este movimiento:

* Un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y utilizando polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante.
* Igualmente, una renovación de temas y ambientes, y, por contraste al Siglo de las Luces (Ilustración), prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo); venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición, que los ilustrados y neoclásicos ridiculizaban.
* Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVIII, de espíritu clásico y universalista, dispersada por toda Europa mediante Napoleón.
* El Romanticismo se expandió también y renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración.
* Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental. "La belleza es verdad"
* Evocación del pasado. Se alejaron de la realidad evadiendo el tiempo. Predominaron en ellos los sentimientos de tristeza, melancolía, amor a la soledad, escenarios lúgubres, descontento.
* Deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta "el yo", subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón.
* En consonancia con lo anterior, y frente a los neoclásicos, una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.

Manifestaciones culturales



El movimiento literario Sturm und Drang (en alemán: tormenta e ímpetu), desarrollado durante la última mitad del siglo XVIII, fue el precedente importante del Romanticismo Alemán.

Los autores importantes fueron (el joven) Johann Wolfgang von Goethe, (el joven) Friedrich Schiller y Friedrich Gottlieb Klopstock.

Romanticismo alemán

El Romanticismo alemán no fue un movimiento unitario. Por ello se habla en las historias literarias de varias fases del Romanticismo. Una etapa fundamental fueron los años noventa del siglo XVIII (Primer Romanticismo), pero las últimas manifestaciones alcanzan hasta la mitad del siglo XIX.

Los filósofos dominantes del romanticismo alemán fueron Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Joseph Schelling (los fundadores del Idealismo Alemán).

Los autores más importantes son Novalis, Ludwig Tieck, Friedrich Schlegel, Clemens Brentano, August Wilhelm Schlegel, Achim von Arnim, E.T.A. Hoffmann, y Friedrich Hölderlin.

Postromántico se puede considerar a Heinrich Heine.

Romanticismo francés

El Romanticismo francés tuvo su manifiesto en Alemania (1813), de Madame de Staël, aunque el gran precursor en el siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau, autor de Confesiones, Ensoñaciones de un paseante solitario, el Emilio, Julia, o La Nueva Eloísa y El contrato social, entre otras obras.

En el siglo XIX sobresalieron Charles Nodier, Víctor Hugo, Alphonse de Lamartine, Alfred Victor de Vigny, Alfred de Musset, George Sand, Alexandre Dumas (tanto hijo como padre), entre otros; son los mayores representantes de esta estética literaria.

Romanticismo inglés

El Romanticismo comenzó en Inglaterra casi al mismo tiempo que en Alemania; en el siglo XVIII ya habían dejado sentir un cierto apego escapista por la Edad Media y sus valores poetas falsarios inventores de heterónimos medievales como James Macpherson o Thomas Chatterton, pero el movimiento surgió a la luz del día con los llamados poetas lakistas (Wordsworth, Coleridge, Southey), y su manifiesto fue el prólogo de Wordsworth a sus Baladas líricas, aunque ya lo habían presagiado en el siglo XVIII Young con sus Pensamientos nocturnos o el originalísimo William Blake.

Lord Byron, Percy Bysse Shelley y John Keats son los poetas canónicos del Romanticismo inglés. Después vinieron el narrador Thomas De Quincey, y Elizabeth Barrett Browning y su marido Robert Browning, este último creador de una forma poética fundamental en el mundo moderno, el monólogo dramático.

En narrativa destaca Walter Scott, creador del género de novela histórica moderna con sus ficciones sobre la Edad Media inglesa, o las novelas góticas El monje de Lewis o Melmoth el Errabundo, de Charles Maturin.

Romanticismo italiano

El Romanticismo italiano tuvo su manifiesto en la Lettera semiseria de Grisóstomo del Berchet (1816) y destaca, sobre todo, por la figura de los poetas Ugo Foscolo, autor del famoso poema Los Sepulcros, y Giacomo Leopardi, cuyo pesimismo se vierte en composiciones como El infinito o A Italia. El romanticismo italiano tuvo también una gran novela histórica, I promesi sposi (Los novios), de Alessandro Manzoni.





REALISMO

Esta corriente literaria intenta deducir el comportamiento humano en su entorno, representa obras con personajes que actúan igual que en la vida cotidiana. Movimiento que comenzó a mediados del siglo XIX como reacción al romanticismo. el realismo se ocupa de aquellas cosas que se perciben con los sentidos, sus ideas deben estar basadas en presentaciones imparciales y objetivas, preocupándose por la representación de la vida sin ocuparse de la forma, por esta razón los autores no les importaba las preocupaciones económicas que podría tener un personaje de la clase media.
El realismo se percibe como una corriente que nació en Europa y estados unidos en 1840 y murió con la llegada del naturalismo en 1890. En Francia con Gustave y Guy de maupassant que fueron contra el lirismo y el romanticismo. En Rusia fue representado por el teatro y el relato de Antón chejov. En estados unidos Mark Twain y William Deán Howell, Henry James introdujo el genero de la novela psicológica gracias a su preocupación por la conducta de los personajes.
Una obra representativa que además de tener características realista tiene características naturalistas es los adioses de:
Ensayaba, para mi, para los otros, los demás que me representaban, asomándome detrás de la deliberada pesadez del enfermero servicial y como una fotografía una sonrisa de la que no lo hubiera sido capaz. Y que no obstante, ella contemplaba sin asombro; una sonrisa con laque proclamaba su voluntad de amparar a la muchacha de guardarla de preocupaciones transitorias de suavizar al suavizada imposibilidad de mantenerla a parte de lo que simbolizábamos el enfermero y yo, el almacén, la aurora, la sierra.
Podemos observar que las características del realismo se aplican perfectamente en este fragmento pues se ve que los personajes actúan igual que en la vida cotidiana y se muestra el entorno de ellos, también se refleja la despreocupación del autor por la citación económica del personaje


EL MODERNISMO

El modernismo se convierte en la manera de expresar que se acaban las costumbres poéticas, se renueva el vocabulario utilizando expresiones y combinaciones léxicas raras, se da un nuevo sentido ala metáfora, la aceptación de las melodías del verso, se rehabilitan fuentes olvidadas. El preciosismo, el exotismo, el recuerdo épocas antiguas, la mención de cosas lindas crean la literatura modernista Se denomina como el movimiento encabezado por Rubén Darío que fue el creador de este a fines del siglo IX y se extendió de 1870 a 1910, su texto principal es azul.
El modernismo coincide con el desarrollo de ciertas ciudades latino americanas que comercializan exageradamente con Europa y se puede considerar como una revolución literaria que buscaba independencia de los que siempre habían marcado la literatura americana sin dejarlos buscar su propia identidad. En América la salida de los españoles daba la idea de norte americanizarse. Este fenómeno cultural que reacciona en contra del romanticismo y costumbrismo hace que la cultura grecolatina reaccione creando nuevos mitos, por primera vez España mira a América como modelo. Se interesan por las nuevas filosofías de vida adoptando la experiencia de novela histórica y crónica con alusión y locura, se describen ambientes de refinada bohemia que se idealizaban líricamente, se introducen elementos eróticos con mujeres fatales que levan al hombre ala perdición y la muerte
En América latina políticamente el modernismo se deriva hacia muchos caminos pero siempre se opone al norte americano, en Argentina los escritores modernistas como Lugones fueron socialistas conservadores y fascistas. En Uruguay democráticos y progresistas como el escritor José enrique Rodó, y por Colombia aunque con un modernismo un poco cambiado el escritor José Maria Vargas Vila.
Un ejemplo de la literatura modernista puede ser el siguiente
La reina mab en su carro hecho de una sola perla, tirado por cuatro coleópteros de petos dorados y alas de pedrería , caminando sobre un rayo de sol , se coló por la ventana de una buhardilla donde estaban cuatro hombres flacos barbudos e impertinentes lamentándose como unos desdichados...
Los cuatro hombres se quejaban . al uno le había tocado en suerte una cantera, al otro el iris, al otro el ritmo , al otro el cielo azul. La reina mab oyó sus palabras.

-Rubén Darío
En el anterior fragmento podemos diferenciar la utilización de léxico extraño, la exaltación de la historia como elemento de escritura, la creación de texto con rasgo de locura literariay un nuevo sentido de metáfora.


EL VANGUARDISMO

En 1922 se publica en San juán de Puerto Rico un manifiesto que tiene como consigna ¡cerremos nuestra memoria, maquina imitadora, loro estúpida, y abramos nuestra imaginación a hacer “cosa nuevas bajo el sol”! En América encantamos situaciones socioculturales que crean un ambiente propicio para su surgimiento. Los movimientos literarios de este nuevo arte se caracterizaron por tener una respuesta rebelde a la crisis ideológica de la sociedad, rompieron con las normas estéticas y con los géneros literarios, con la tradición, rompieron con la modernidad e iniciaron la literatura contemporánea, rompieron fronteras y crearon una literatura continental. Por esta razón Borges dice “ el índice de la nueva poesía americana”, los vanguardistas querían un arte nuevo instaurado desde el principio y originado a partir de la ruptura, su objetivo era tener una literatura que fuera capaz de expresar la realidad cambiante de ese momento, por eso se cambio el orden sintáctico de las oraciones , la ortografía y la lógica del discurso, se utilizo el verso libre y la metáfora como formas de expresión todo esto con el fin de ampliar el campo de lo que era posible decir, esto acarreo una nueva forma de pensar ya que se debía entender lo que se escribía.
Algunos de los representantes por América latina fueron Vicente Hidobro de Chile que fue uno de los primeros en que se intereso por este fenómeno literario y su obra mas conocida es el poema a altazor , otro de los escritores de esta época fue José Luis Borges de Argentina con sus obras “Luna de enfrente , fervor Buenos Aires y cuaderno san martín”, ente los mas representativos otros tantos como Juan José Areola que escribió varia invención y confabularío, Bestiario de Julio Costazar y el llano en llamas de Juan Rulfo.
Un ejemplo de esta pude ser “Arte Poética” de Vicente Hidobro.
Que el verso como se una llave
Que abra mil puertas
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuando mire los ojos creado sea
Y el alma del oyente quede temblando

En este fragmento podemos encontrar la transposición de la palabras como una nueva forma de expresión vemos como el autor utiliza el verso libre, las metáforas son diseñadas con otro orden contextual y se pierde el orden del discurso, esto con el fin de expresar de una forma muy diferente a la impuesta por los europeos el desorden social.


EL SIMBOLISMO

Este movimiento literario nacido a fines del siglo XIX llevo a los escritores a expresar sus valores y sentimientos mediante símbolos (sin demostrarlos directamente) algunos escritores rechazaba las tendencias de anterior siglo como el romanticismo, el realismo y el naturalismo, proclamaron que la imaginación era el modo mas eficaz para representar la realidad, se debía hacer por medio del simbolismo. Los simbolistas se caracterizaban por alejarse de las rígidas normas de la letra y las imágenes poéticas.
Entre los principales autores de la poesía simbolista figura el escritor estadounidense Edgar Allan Poe, El poeta francés Gerard de Nerval, charles Baudelaire con la obra las flores del mal, Stephane Mallarme se encargo de difundir el movimiento a través de su salón literario de poesía , el simbolismo se difundio por todo el mundo y tuvo gran influencia en Rusia con la obra del pota Alexander Blok. En España influyo la literatura de Rubén Darío Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.
La obra de sor Juana Inés de la Cruz pertenece a lo mejor del barroco hispánico. Como era de esperar, hay en sus textos indicios muy sugestivos de abundantes lecturas. Góngora, Quevedo y Calderón de la Barca destacan en numerosas secciones de sus escritos. Pero es su poesía lírica la que ha elevado su fama a un plano internacional. La suya es poesía muy diversa, que puede oscilar entre la reflexión aguda y el verso ocasional de cariz epigramático.

En la riquísima vena audaz y de corte satírico resaltan por igual sus redondillas y villancicos, pero sobre todo, nos deleita con su intensa poesía amorosa, con poemas que ya figuraban en su Inundación castálida y que se encuentran entre los mejores escritos en catellano.

Sor Juana nunca rebasa el estilo de su época: encarna la madurez a la que estaba condenada la Nueva España, apenas nacida. Su obra poética es un excelente muestrario de los estilos de los siglos XVI y XVII. Para ella era imposible romper aquellas barreras que tan sutilmente la aprisionaban y dentro de las cuales se movía con tanta elegancia: destruirlas hubiera sido negarse a sí misma. El conflicto era insoluble porque la única salida exigía la destrucción misma de los supuestos que fundaban al mundo colonial.

Si no era posible negar los principios en que aquella sociedad se apoyaba sin negarse a sí misma, tampoco lo era proponer otros. Ni la tracidión ni la historia de Nueva España podían ofrecer soluciones diferentes. Es verdad que dos siglos más tarde se adoptaron otros principios: pero no debe olvidarse que venían de fuera, de Francia, y que estaban destinados a fundar una sociedad distinta. A finales del siglo XVII el mundo colonial pierde la posibilidad de reengendrarse: los mismos principios que le habían dado el ser, lo ahogaban. Negar este mundo y afirmar el otro era un acto que para sor Juana no podía tener el mismo significado que para los grandes espíritus de la Contrarreforma o para los evangelizadores de la Nueva España. Para sor Juana renunciar a este mundo no significaba lo mismo que para santa Teresa de Jesús, la dimisión o el silencio, sino un cambio de signo: la historia, y con ella la acción humana, se abre a lo ultraterreno y adquiere así nueva fertilidad. El catolicismo militante, evangélico o reformador, impregna de sentido a la historia y la negación de este mundo se traduce finalmente en una afirmación de la acción histórica.

1. Sor Juana: Tradición y originalidad en su poesía.

Sor Juana es una extraordinaria poetisa que nos lleva una y otra vez al problema de la tradición y la originalidad, pero, como Quevedo, sor Juana se mueve entre intuiciones e ideas claramente establecidas en su tiempo y en lo más hondo de su propio espíritu. Cuanto más extraordinarias, brillantes y originales sean sus palabras, mejor la entenderemos y más profundo sentido cobrará el concepto de la Realidad, característico de su siglo, de ahí que otro magnífico soneto, el que «contiene una fantasía de amor decente», nos sorprenda siempre, porque una extraña locura de amor se apodera de sor Juana cuando escribe:

Detente, sombra de mi bien esquivo,

imagen del hechizo que más quiero,

bella ilusión por quien alegre muero,

dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo

sirve mi pecho de obediente acero

¿para qué me enamoras lisonjero,

si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho

¿de que triunfa de mí tu tiranía;

que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,

poco importa burlar brazos y pecho

si te labra prisión mi fantasía?

La queja de los cuartetos es tradicional: la persona amada es siempre una presencia que incita, dando esperanzas y alegría; una ausencia (aun en la presencia) que provoca dolor. Tradicionalmente, amar es unas veces gozarse en estas contradicciones; otras como aquí en el caso de sor Juana, pedir fin al suplicio: Detente; «¿para qué me enamoras lisonjero, / si has de burlarme luego fugitivo?». La dulce enemiga o el dulce enemigo, que no atienden jamás a quien les adora, provocan así el peculiar dolor del corazón dividido que los provenzales conocían bien. Hasta el tiempo de sor Juana el concepto se había venido repitiendo sin mayores variantes: amar es siempre un morir gozoso («alegre muero»), un vivir doliente («penosa vivo»). Y todo «bien» que el amante (o la amante) imagina es siempre, necesariamente, «esquivo».

De esta idea o tema tradicional arranca sor Juana. Pero no vuelve a elaborar lo que poetas anteriores habían agotado: el tema, con todas sus ramificaciones, va implícito. Libre de tal necesidad, desde el principio del soneto de sor Juana el paso definitivo en que el concepto central de la poesía amorosa renacentista es llevado hasta sus consecuencias últimas: si el amor es, siempre, un bien esquivo, no es realidad tangible.

Debemos leer siempre un poema dentro de su tradición y por rápida que vaya la vista tras las palabras, de alguna manera, en brevísimos instantes en que parece que suspendemos la lectura, salimos del poema y volvemos a él con asociaciones extrañas, con recuerdos de otros poemas, con esperanzas de una costumbre.

2. Influencias en la naturaleza de su obra poética.

Sor Juana conoce bien las leyes que definen la Realidad. Y según su pensamiento lo divide todo en las consabidas parejas de contrarios, sabe a ciencia cierta de qué lado de la balanza se encuentra la verdad y la vida auténtica, la muerte y el engaño. No es de extrañar que, como tantos otros, al expresar su visión del mundo, su voz se limite muchas veces a repetir el lugar común, como hace por ejemplo en los siguientes versos:

Rosa divina que en gentil cultura

eres con tu fragante sutileza

magisterio purpúreo en la belleza,

enseñanza nevada a la hermosura...

¡Con que, con docta muerte y necia vida,

viviendo engañas y muriendo enseñas!

Estos versos, tomados del antiguo tópico, llegan entre ecos de Góngora y Calderón como arte que se dirige a desengañar a los que se aferran a lo pasajero. Aquí sor Juana dirige la poesía contra sí misma, en cuanto que todo es arte aunque ficción, artificio, pasajero entretenimiento que si algo vale, no lo vale en sí, sino porque es útil instrumento para declarar verdades anteriores e independientes a cualquier poema. En el mejor de los casos, cabía reconocer que la poesía es sólo reflejo de la inevitable y frívola tendencia al metro y a la rima que tienen algunos mortales, como bien declara la misma sor Juana en su carta a sor Filotea. Pero incluso cuando esta tendencia desemboca en el vicio mayor del siglo, en los juegos de palabras, éstos encontrarán su utilidad en servicio de la visión del mundo que revela lo vacío de toda ficción. Así, a la vez que sor Juana se defiende contra los que criticaban no sólo su afición a filosofar -porque no hay que olvidar que era gran pensadora- sino también su afecto a las palabras y al verso, demuestra cómo las palabras pueden ser instrumento para dejar la verdad realista de su siglo bien en claro:

En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento

y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas,

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi entendimiento

que no mi entendimiento en las riquezas.

Yo no estimo hermosura que vencida

es despojo civil de las edades

ni riqueza me agrada fementida;

teniendo por mejor en mis verdades

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.

En estos versos, así como en la carta a sor Filotea vemos cierto orgullo, una profunda ironía y alguna vez, cierto sarcasmo. Pero hay que destacar que en un siglo de poetas -el siglo de las Soledades- una excelente poetisa se ve obligada a escribir soneto tan mediocre para declarar públicamente que nada en su mundo interior difiere de un concepto de la Realidad firmemente establecido. Se la persigue por ser mujer y por ser monja, por eso no podemos temer que esta mujer del siglo XVII nos revele un mundo poético que difiera en lo sustancial del de los autores peninsulares que conoce muy bien. Notaremos constantemente en sus versos una gracia muy peculiar que la distingue, cierta sutil y profunda elegancia en la que adquieren nueva vida incluso algunos versos de Calderón, de Góngora o de Quevedo que de manera puramente circunstancial copia a glosa. De vez en cuando también encontramos algún poema en que la voz de sor Juana sin despegarse de la tradición, expresa intuiciones originales: había supuesto que la poesía y la belleza eran dotes naturales de la humanidad y consideraba su talento poético como un don divino, sin embargo, su poesía no es mística, sino muy realista. Su clara inteligencia la dota de gran precisión aún cuando describe sus propios sueños. Algunas veces dirige contra sí misma la acritud de su ingenio, como en estos famosos versos A su retrato:

Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido:
éste en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido:
es un vano artificio del cuidado;
es una flor al viento delicada;
es un resguardo inútil para el hado;
es una necia diligencia errada;
es un afán caduco, y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

Este viejo tema se resuelve en el último verso, tomado casi directamente de Góngora. No es ésta ocasión de intentar un análisis del soneto que quizá nos ayudaría a entender algo de su originalidad, ya que el origen emotivo del soneto radica en que sor Juana escribe, no en abstracto, sino a partir de un doloroso momento en que ha visto frente a sí a la sor Juana que ella no es, es decir, la idea del yo frente a la imagen. Esta idea tomada de la antigüedad de que lo pintado compite con lo vivo da a lo vivo una presencia indestructible. El soneto de sor Juana nos ofrece una angustiosa revelación personal de que aquello, lo pintado -¡cauteloso engaño del sentido!-, es, desde su concepción, lo muerto; color que quiere pasar por substancia. Esta intuición personal ilumina profundamente una idea tradicional del mundo que quizá teníamos olvidada de puro sabida: la nueva forma.

Algunos han tachado a sor Juana de poetisa gongorina. Es verdar que resulta difícil y abstracta en su Primero Sueño, y que emplea unas pocas metáforas intrincadas en sus canciones de amor mundano, que un crítico ha llamado “lo más delicado escrito por una mujer”. Concedido esto, su poesía lírica, en conjunto, es espontánea y sincera, llena de colorido y de luz. Aunque Menéndez y Pelayo no reconoció plenamente el genio de sor Juana, le hace justicia al escribir:

«Lo más bello de sus poesías espirituales se encuentra, a nuestro juicio, en las canciones que intercala en el auto de El divino Narciso, llenas de oportunas imitaciones de El Cantar de los Cantares y de otros lugares de la poesía bíblica.

Tan bellas son, y tan limpias, por lo general, de afectación y culteranismo, que mucho más parecen del siglo XVI que del XVII, y más de algún discípulo de San Juan de la Cruz y de Fray Luis de León que de una monja ultramarina cuyos versos se imprimían con el rótulo de Inundación Castálida.»

Sus romances son comparables a los mejores en lengua española y tienen a veces el giro ingenioso, realista, de los romances de Góngora. Sus poemas tristes, desilusionados y melancólicos son conmovedores, y sus estrofas satíricas suelen ser dignas de Quevedo.

3. El estilo en sus versos.

En la segunda mitad del siglo XVII, mientras declinaba en España la rica polimetría desplegada en la versificación de la lírica y del teatro del Siglo de Oro, sor Juana Inés de la Cruz empleaba en sus obras una variedad de metros y estrofas apenas igualada por ningún otro poeta anterior. Contra lo corriente en el período clásico, las poesías de la citada autora ofrecen en este sentido un repertorio más extenso que el que se registra en sus obras dramáticas, y dentro del conjunto de sus poesías, fue especialmente en las de carácter devoto, más que en las profanas, donde sor Juana esforzó su interés por la combinación de ritmos y metros. Su ejemplo influyó sin duda en las experiencias métricas que se observan en otros autores mexicanos de fines del siglo XVII y de principios del siguiente.

El verso que sor Juana empleó con mayor frecuencia fue el octosílabo, cuyas modalidades rítmicas combinó en sus romances, décimas, redondillas y quintillas. Las décimas, ajustadas a la fórmula divulgada por Espinel, aparecen en su mayoría en poesías de cumplimiento y en la composición de las glosas. Los romances representan más de un tercio de las poesías líricas y ocupan también un lugar principal entre sus composiciones de aunto religioso. Entre los romances incluidos en estas últimas figuran cuatro jácaras a lo divino, en las que se imita la expresión arrogante y el tono característico de las jácaras profanas. Un romance de homenaje a la condesa de Galve, esposa del virrey, muestra como primor métrico, además de la asonancia, el encadenamiento rimado del principio de cada verso con el final del verso anterior: «El soberano Gaspar / par es de la bella Elvira». A los romances sirve de base regular la copla de cuatro versos, según hizo notar la misma autora:

                                    Realismo y naturalismo
Contexto histórico en Europa


Con respecto a la época romántica, los cambios más destacados son:
-En lo social, la burguesía, que se consolida como clase dominante, deriva hacia posiciones conservadoras. Su apego a la realidad y su espíritu práctico marcan el ambiente. Frente a la burguesía, las masas obreras luchan por mejorar sus condiciones de vida.
-En lo ideológico, sigue dominando el liberalismo, que se ramifica en liberalismo progresista y moderado. Paralelamente, los obreros acogen doctrinas revolucionarias: socialismo, comunismo, anarquismo (Manifiesto comunista de Marx: 1848).
-El pensamiento y la ciencia ofrecen novedades que repercutirán en la literatura. El






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